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La pérdida del olfato, una de las señales más temidas del coronavirus

Pacientes recuperados quedaron con secuelas. Pero hay formas de rehabilitar ese sentido y mejorar la calidad de vida.

 

«Uno huele a nivel cerebral. El virus daña el receptor, la conducción del estímulo queda interrumpida y el cerebro no recibe las señales: súbitamente se deja de oler y de saborear la comida«, explicó a TN la doctora Stella Maris Cuevas, otorrinolaringóloga y experta en olfato (M.N. 81.701), sobre las consecuencias que genera el coronavirus en el olfato.

 

Oler aporta un conjunto de sensaciones, cambios en la conducta, placeres, instintos y todo lo relacionado con el bienestar y la calidad de vida. La higiene personal y las relaciones íntimas también se ven afectadas.

 

Cristian Castrichini, oficial de la PSA que se recuperó del coronavirus aseguró que en su caso se dio cuenta que no podía oler «cuando mi señora me acercó un perfume nuevo y no pude sentir absolutamente nada».

 

La falta de olfato se llama anosmia. Según Cuevas, los estudios publicados en revistas científicas, concluyen que aproximadamente el 40 por ciento de los pacientes recuperados aún presenta pérdida del olfato y continúa con alteraciones del sabor. «Por ejemplo, son incapaces de reconocer una comida en mal estado, con el riesgo de intoxicarse por ingerir alimentos vencidos», describe la especialista.

«El sentido del olfato ha sido muy infravalorado, y en esta pandemia, aquellas personas que lo perdieron por COVID-19 pueden dar cuenta de su importancia en la vida diaria», señala la médica.

«Recordemos que el olfato da el 80 por ciento del sabor. Esto lleva a la pérdida de apetito y, en consecuencia, disminución del aporte nutricional», advierte Cuevas, y agrega que más allá de la incomodidad lógica, lo grave es que se pierde el estado de vigilancia o de alerta que brinda el sentido del olfato: no puede -da otro ejemplo- sentir el olor del humo en un incendio.

 

«Ante esta situación, se proponen tratamientos con neuroprotectores tipo regeneradores y terapia de rehabilitación, ya que el cerebro tiene capacidad de plasticidad. Para ello, se indican ejercicios, que se acompañan de recuerdos frente a determinados olores: los olores quedan guardados en el hipocampo, estructura cerebral donde también se guardan los recuerdos», concluye Cuevas.

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